La (oscura) historia detrás de las Dos Marías

Dos mujeres que se convirtieron en un icono de Santiago de Compostela: Las dos Marías.

Popular tanto entre visitantes como gente local, la Alameda de Santiago de Compostela es uno de los parques urbanos más antiguos de la ciudad. Además de los hermosos espacios verdes y senderos de paseo que lo caracterizan, este parque alberga pedacitos de la historia de la ciudad en cada uno de sus rincones. Si iniciamos nuestro paseo cruzando desde el Casco Histórico, nos reciben dos mujeres vestidas con coloridos atuendos que parecen pasear cogidas del brazo: las estatuas de Las dos Marías.

La estatua de las dos marías.
Las dos Marías o Las Dos en Punto en la Alameda.

¿Quiénes fueron estas emblemáticas mujeres?

Más conocidas como As dúas Marías (Las dos Marías) o As dúas en punto (Las dos en punto), Maruxa y Coralia Fandiño Ricart eran dos hermanas que pertenecían a una numerosa familia compostelana de clase trabajadora. Su padre, Arturo Fandiño, era zapatero y su madre, Consuelo Ricart, regentaba un taller de costura. Eran en total trece hermanos y hermanas, los cuales solo once superaron la primera infancia y una tercera, Sara, falleció joven.

Para contaros la historia de Maruxa y Coralia tenemos que remontarnos a la década de 1930, momento en que se respiraba en la capital gallega un aire de progreso y optimismo, con tímidos pero importantes avances sociales y, más concretamente, en lo que respectaba a los derechos de las mujeres. Las inseparables hermanas llevaban una vida tranquila y trabajaban en aquel entonces en el taller de costura de su madre, ubicado dentro del casco antiguo de la ciudad de Santiago de Compostela.

La llegada de la guerra y la dictadura franquista.

Su vida dio un giro drástico con el estallido de la Guerra Civil y la implantación del franquismo. Aunque en Galicia no se sintió en tanta medida la destrucción del conflicto bélico propiamente dicho, la persecución y ajusticiamiento de opositores políticos y activistas se cobró la vida de miles de personas.

La familia Fandiño-Ricart era conocidamente de izquierdas y los hermanos varones de la familia militaban desde su juventud en la CNT (Confederación Nacional del Trabajo). Con tan solo quince años, Manolo Fandiño Ricart ejercía como secretario general de este sindicato de corte anarquista y sus dos hermanos Alfonso y Antonio compartían abiertamente la misma ideología.

Los tres hermanos se convirtieron rápidamente en el blanco de esta persecución. Antonio, que durante la Guerra adquirió una alta responsabilidad dentro de la organización, huyó al monte Pedroso. La policía franquista no tardó en encontrarlo y pasó veinte años encarcelado. Manolo consiguió mantener en secreto su paradero durante años y el tercer hermano, Alfonso, se exilió en un barco que zarpó desde el puerto de Muros.

El comienzo de la persecución.

Cuando la policía se percató de que los hermanos habían huido, dio comienzo un implacable  hostigamiento al resto de la familia con la intención de que revelasen dónde se encontraban. Su negativa a delatar a sus hermanos les valió a Maruxa y Coralia, igual que al resto de su familia, años de despiadados abusos y torturas: las paseaban desnudas por la ciudad, asaltaban y destrozaban su vivienda, les raparon el cabello…

Señaladas de rojas y de locas, la clientela dejó de acudir a su negocio familiar por miedo a ser vinculada con ellas y sufrir represalias por parte de la policía. Se vieron así sin su principal fuente de ingresos. Pese a todo la familia era conocida y querida por sus vecinos, y fue gracias a la ayuda de estos y de algunos comercios de Santiago de Compostela que pudieron sobreponerse al hambre y sobrevivir a los años más crudos de la dictadura. Quienes querían ayudarlas, en lugar de darles limosna directamente (de nuevo, para no ser relacionados con ellas) dejaban pagada comida para ellas en los comercios que estas frecuentaban.

Las dos en Puntoo Las dos Marías.

La incansable tortura y pobreza dejaron irremediablemente una profunda huella psicológica en las hermanas. Los años 50 llegaron y las hermanas comenzaron, de manera o no consciente, a desafiar esa represión que tanto les había arrebatado.

Maruxa y Coralia tenían todos los días una cita ineludible: Cuando la campana de la Berenguela de la catedral anunciaba el mediodía, las hermanas salían de su casa cogidas del brazo a recorrer las calles de Santiago.

Sus coloridas y extravagantes ropas y maquillaje contrastaban con el gris ambiente de la ciudad y también con sus cuerpos escuálidos y maltratados. Su paseo coincidía con el descanso para comer de los universitarios a las dos en punto. De ahí saldrá su icónico nombre “Las dos en punto“. Las hermanas no dudaban en flirtear con los estudiantes como si fuesen también jovencitas. Muchas veces eran correspondidas con burlas y comentarios jocosos. “Locas” o “solteronas” era algo que oían a menudo pero Maruxa, la mayor y más extrovertida de las dos, no dudaba en replicar. Después de años sumidas en la oscuridad y la marginación, cualquier atención era mejor que ninguna.

Sus últimos años de vida.

Maruxa falleció en Santiago de Compostela en el año 1980, a los 82 años de edad. Coralia se mudó entonces a la ciudad de A Coruña para vivir con otra de sus hermanas, pero nunca llegó a adaptarse y nunca se le quitó de la cabeza el deseo de volver a Santiago. Falleció solo tres años después que su hermana en 1983, a los 68 años de edad.

Estuvieron enterradas en sepulcros separados en el compostelano cementerio de Boisaca hasta que en el año 2014 el Ateneo de Santiago puso en marcha una colecta popular que permitió rehabilitar sus tumbas, colocar una placa en su homenaje y enterrarlas juntas como ellas siempre habían querido.

Las dos Marías: Símbolos de la resistencia.

La escultura que hoy las honra en el Parque de la Alameda fue elaborada por el escultor vasco César Lombera en el año 1994. El artista se propuso rescatar de las dos hermanas Fandiño para evitar que cayese en el olvido, y tras años de empeño consiguió persuadir al alcalde de Compostela para instalar una escultura en su honor.

Se trata de una reproducción realista y policromada de las dos hermanas. Maruxa, a la derecha, lleva un pañuelo cubriéndole la cabeza. Guiña el ojo y estira el brazo como si charlase con los paseantes. Coralia, la más alta y tímida, va cogida del brazo de su hermana y sostiene un paraguas con su otro brazo.

 El artista se basó en una fotografía que había sido publicada en la revista Viajar como parte de un reportaje sobre la ciudad de Santiago.

Sin duda, se ve como uno de los símbolos más queridos y fotografiados que podrás ver en la Alameda de la ciudad de Santiago de Compostela. Una imagen aparentemente alegre que esconde un potente símbolo de libertad y resistencia a la represión del régimen franquista. Dos mujeres que, para sobrevivir a sus traumáticas vivencias, crearon su propio y colorido refugio, aferrándose para siempre a aquellos alegres años de su juventud.

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